Ser inconformista en sí no es ni malo ni bueno, lo son sus consecuencias y como actuamos ante ellas.Los inconformistas tienen la capacidad de cambiar el rumbo de las cosas, lo que ocurre que su propia exigencia hace que una vez conseguido lo deseado, durante un largo y duro trabajo, aparezcan nuevas prioridades y ese interés principal se convierta en un nuevo desgaste por conseguir nuevos resultados.Es un signo evidente que aquellas cosas que no son relevantes para el inconformista no tienen ninguna evidencia del propio inconformismo.Lo curioso...