Una
de las bondades que aporta el entrenamiento político es la oportunidad de
escuchar y como consecuencia entender la realidad que viven nuestros políticos. Mi experiencia a lo largo de estos ocho años, después de más de 50 procesos
personalizados a líderes políticos y unido al desarrollo de dos campañas
electorales me aportan una visión más amplia de la verdad que viven las
personas que están al servicio público.
En
cada entrenamiento (proceso de coaching político) surgen bloqueos, dudas,
situaciones conflictivas, inquietudes, reflexiones, aprendizajes, estrategias,
conocimiento y descubrimiento de uno mismo, incluidos sus propios puntos
ciegos. Esos matices de la personalidad de los que uno no es consciente o se ve
imposibilitado para reconocerlos. A continuación doy a conocer aquellos puntos
que a lo largo de mi experiencia y casos reales de una forma u otra han surgido
en los procesos de coaching político realizados.
1º Preocupación por las apariencias. Existe un convencimiento muy arraigado en el ámbito político, que se
asienta más en una creencia que en hechos contrastados de lo que la sociedad
requiere. El político cree que necesita parecer bueno a toda costa. Está
continuamente preocupado por su imagen pública, anhelando el lujo material que
conlleva el prestigio. Esta convicción lleva al político a un estado de
“inseguridad” permanente, donde su foco se centra en todo lo externo,
olvidándose del sentido más básico de su función pública. Y la realidad manda.
La política se basa en los resultados y no en la apariencia de ser aquello que
se espera dejando de ser aquello que se es. El éxito político va unido al
rendimiento personal orientado al servicio, unido a excelentes relaciones con
todos “actores” que intervienen en el escenario político.
2º Esfuerzo desmedido.
Desconecta de todo aquello que no tiene nada que ver con la política. Aparece
un hábito de trabajo compulsivo donde queda en evidencia una ausencia de
equilibrio entre la parte personal y la responsabilidad política, lo que le
conduce sin ser consciente a vivir un estado de estrés unido a un agotamiento o
fatiga laboral (burnout) llevándole a la ineficacia y negación de lo ocurrido.
Este deterioro y
cansancio excesivo progresivo, unido a una reducción drástica de energía, acompañado a menudo de una pérdida de
motivación, lleva al político con el transcurso del tiempo a afectarle en sus
actitudes, sus modales e incluso a todo su comportamiento general, dejando de
ser quien es para ser alguien en quien él mismo no se reconoce y a su vez su
entorno más cercano tampoco lo reconocen.
3º Ausencia de la
realidad.
Perseguir objetivos poco realistas se convierte en una insatisfacción
permanente inconsciente que se manifiesta de manera constante. El político que
vive este punto ciego suele fijar objetivos demasiado ambiciosos y
frecuentemente inalcanzables, tanto dentro del grupo de gobierno, en su partido
o con las personas más cercanas a él. Es frecuente que sea poco realista con
respecto a lo que se requiere y como consecuencia surge una ineficacia en el
resultado del trabajo que se realiza, surgiendo una desmotivación en el equipo
que dirige y una ausencia en escala de cada uno de los miembros que colaboran
con él.
4º Necesidad de
parecer perfecto.
Es incapaz de admitir sus equivocaciones o sus debilidades. Las críticas por
más fundadas que sean, le irritan o le producen rechazo. Culpa a los demás por
sus propios errores siendo incapaz de admitir sus propias equivocaciones. Un
líder político tiene que asumir siempre la responsabilidad de los problemas y
hacer algo al respecto en lugar de tomar la salida fácil y culpar y señalar a
los demás. Todos cometemos errores y la clave pasa por aprender de esos
errores.
5º Ambición ciega. La ambición es necesaria para
el crecimiento y desarrollo personal dentro y fuera de la política, sin embargo
no bien gestionada lleva al político a un estado de necesidad permanente de
parecer adecuado en todo momento y vencer siempre. Cuando se compite en vez de
colaborar deja de tener valor. El político entonces inicia un proceso
inconsciente de exageración de su propia valía jactándose ante los demás. Juzga
a las personas en base a estás conmigo o estás contra mí. Dónde la desconfianza
en su círculo de influencia lo convierte en una marioneta al servicio de sus
inseguridades. Esta situación lo lleva recluido a un estado de “síndrome de
sillón orejero” donde no escucha y solo tiene la visión de lo que tiene
enfrente, donde lo único que tiene valía es su único enfoque.
6º Intromisión. La falta de respeto hacia los
demás de una forma inconsciente con la certeza que el fin justifica los medios.
Forzar a las personas de su entorno y llevarlas al límite es algo habitual en
este estilo de liderazgo ciego. Dirigir de un modo asfixiante y no delegar,
conlleva a la creencia de que nada se hará correctamente si no es supervisado
por uno mismo. El resultado es agotador lo que convierte al líder político en
un ser implacable, insensible y mordaz ante las emociones y sentimientos de los
demás. El buen líder político sabe y reconoce que su entorno y su gente merecen
respeto y dignidad. Trata a su equipo con amabilidad, además de limpiar
inmediatamente cualquier impacto negativo que pudiera tener con otra persona.
Sabe enfocarse en las fortalezas de su equipo y en las individualidades del
mismo, convirtiendo esta circunstancia en un valor que hace extensivo en su
liderazgo.
7º Necesidad
insaciable de reconocimiento.
Todos de alguna forma u otra identificamos fácilmente a líderes políticos que
son adictos a la fama, notoriedad y al triunfo. Atesorar los esfuerzos de los
demás y acusarles de sus errores entra dentro de la práctica diaria de este
líder político. Además aquel político con “necesidad” constante de
reconocimiento es capaz de sacrificar cualquier cosa para conseguir su
siguiente victoria. El resultado es el descrédito de su entorno y la
desconfianza de sus votantes y/o ciudadanos. La confianza va alineada a la
coherencia entre lo que se dice y se hace. Y un político necesita ser cercano,
empático, consecuente y dirigente.
8º Narcisismo. Donde el único foco es él
mismo. Tener la creencia y la actitud de sabelotodo. De que todo pasa por sus
manos porque nada tendría sentido si no estuviera él. Cree que no necesita de
los demás y que nadie puede hacer las cosas tan bien como él. Al final un líder
político necesita ser consciente que nadie es más grande que la propia
organización o partido al que pertenece. Uno no tiene cabida sin el otro.
Como
dice un buen proverbio árabe:
El que no sabe,
y no sabe que no sabe, es un necio. Mejor evitarlo.
El que no sabe, y sabe que no sabe, es un ignorante. Habrá que instruirlo.
El que sabe, y no sabe que sabe, está durmiendo. Tendremos que despertarlo.
El que sabe, y sabe que sabe, es el verdadero sabio. Y a este hay que seguirlo.
El que no sabe, y sabe que no sabe, es un ignorante. Habrá que instruirlo.
El que sabe, y no sabe que sabe, está durmiendo. Tendremos que despertarlo.
El que sabe, y sabe que sabe, es el verdadero sabio. Y a este hay que seguirlo.
9º
Sed de poder.
Siempre focalizado en sus propios intereses. No busca el poder para el
beneficio de todos sino únicamente para sí o para sus propios intereses. Impone
su propia agenda personal independientemente de las demás alternativas, es
sencilla y simplemente explotador. Como consecuencia tiene un corto recorrido
ante la sociedad y el votante, si descuida su quehacer y abiertamente alardea
de su codicia. La esencia de la política nace de la necesidad de mejora de los
demás y como consecuencia de uno mismo, no al revés o unilateralmente.
10º
Huida hacia arriba.
Querer evadirse de la verdad conlleva no ser consecuente con la función básica
de hacer política. No afrontar las situaciones, no hacer introspección de quien
es como persona y quien es como político. No definir con claridad el tipo de política
que se desea implementar, no valorar de donde se parte y fijar como meta el escalón
superior sin importar a quien dejamos en el camino es el mecanismo de evasión
más fácil ante los quiebros que aporta una vida orientada al servicio público.
No es necesario mantener siempre un modelo de fortaleza. Detrás de cada
político existe una persona que siente, que vive y que se emociona igual que
otra. Y no por ello es sinónimo de debilidad.
No
todos los políticos poseen estos puntos ciegos, sin embargo es fácil caer en
alguno de ellos. Nadie tiene la capacidad de ver todo. De tener la lucidez para
ver todo lo que sucede alrededor. Por ello el líder político que sepa
desarrollar un adecuado auto-conocimiento con el fin de poder subsanar aquellas
habilidades menos desarrolladas o mitigar aquellos puntos ciegos que le separen
de su objetivo principal que reside en el arte de poder hacer política, tendrá
que valorar la opción de poder mirar “a través de otro”. Un Coach Político.
Tu
¿Cómo descubres tus puntos ciegos?
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